Sobreponerse a la adicción mediante la Expiación

Por Benjamin R. Erwin
Servicios para la Familia SUD
Muchos de nosotros conocemos el relato que se encuentra en Números 21, cuando aparecen serpientes ardientes entre los hijos de Israel. Para salvar al pueblo, y siguiendo las instrucciones del Señor, “Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta, y sucedía que cuando una serpiente mordía a alguno, y éste miraba a la serpiente de bronce, vivía” (versículo 9).
Este relato tiene una relevancia particular en nuestra época, en la que la adicción —especialmente a la pornografía— constituye una plaga para la sociedad y las familias. Al igual que las serpientes ardientes que inundaron el campamento de Israel, la pornografía está inundando nuestro mundo, y ni siquiera los santos de Dios salen ilesos. El presidente Thomas S. Monson ha calificado acertadamente la pornografía de “mortal”1. El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) la calificó de “plaga” y “veneno”2. De manera muy real, las serpientes de la adicción nos están atacando con tanta fiereza y con unas consecuencias tan devastadoras como las serpientes ardientes que atacaron a los hijos de Israel.
Casi todos nosotros conocemos las consecuencias de la conducta adictiva, así que en lugar de concentrarme en los peligros de la pornografía y en el dolor que provocan las adicciones, me gustaría compartir un mensaje de esperanza.
Mirar al Salvador
Números 21 no es el único relato de las Escrituras que menciona la serpiente de bronce de Moisés que salvó a los hijos de Israel. En el Libro de Mormón, Alma también habló de este símbolo:
“He aquí, fue levantado un símbolo en el desierto, para que quien mirara a él, viviera; y muchos miraron y vivieron.
“Pero fueron pocos los que comprendieron el significado de esas cosas, y esto a causa de la dureza de sus corazones. Mas hubo muchos que fueron tan obstinados que no quisieron mirar; por tanto, perecieron. Ahora bien, la razón por la que no quisieron mirar fue que no creyeron que los sanaría.
“Oh hermanos míos, si fuerais sanados con tan sólo mirar para quedar sanos, ¿no miraríais inmediatamente?, o ¿preferiríais endurecer vuestros corazones en la incredulidad, y ser perezosos y no mirar, para así perecer?
“Si es así, ¡ay de vosotros! Pero si no, mirad y empezad a creer en el Hijo de Dios” (Alma 33:19–22).
Tomemos en consideración los detalles que menciona Alma sobre el relato. Sus comentarios se centran en el Salvador y en el poder sanador de Su Expiación. ¡Ni siquiera menciona las serpientes ardientes!
Lo que Alma optó por mencionar, al igual que lo que decidió omitir, nos da una clave para vencer la adicción de la pornografía (o cualquier otro reto que tengamos en la vida): “[miremos] y [empecemos] a creer en el Hijo de Dios” (versículo 22).
En mi labor de consejero, y en la vida en general, he observado que muchos de nosotros nos concentramos en el problema que afrontamos y lo horroroso que es. En cierta medida, es bueno darse cuenta de la tendencia que tienen las adicciones a destruir vidas y a arruinar las relaciones. Hay un momento y un lugar para amonestar al prójimo (véase D. y C. 88:81). El hecho de admitir el problema nos puede “atribular” la conciencia y conducir al arrepentimiento (véase Alma 36:17–18). Sin embargo, si pasamos demasiado tiempo describiendo la “serpiente” que nos ataca y no alcanzamos a ver la fuente que nos sana, somos igual que los israelitas. Para ser sanados, los hijos de Israel no tenían que centrar su atención en las serpientes, en el dolor que les causaba su mordedura venenosa ni en su temor a morir. Lo único que tenían que hacer era mirar a la fuente que los sanaría: su Salvador Jesucristo.
No concentrarse en las serpientes
De las Escrituras y las enseñanzas de los profetas de los últimos días aprendemos que el arrepentimiento genuino requiere que se sienta remordimiento sincero. No obstante, el concentrarse demasiado en lo negativo puede llevar al temor, a perder la esperanza y a reducir la autoestima; según las palabras de Nefi: comenzamos a “[desfallecer] más en el pecado” (2 Nefi 4:28).
Los que tienen dificultades con un pecado, a veces mienten o tratan de racionalizar su conducta en su afán de minimizar las consecuencias de ella. Sin embargo, en su interior son conscientes de sus hechos y saben que son responsables de ellos. Se percatan de que se encuentran en una esclavitud espiritual. Casi todas las personas a las que he conocido que sufren de alguna adicción, también padecen terribles sentimientos de vergüenza y tienen la convicción de que no tienen remedio y de que se encuentran fuera del alcance del amor y de la gracia de Dios.
Según mi experiencia, esa creencia está lejos de la verdad. Lo que observo normalmente es que los que luchan contra alguna adicción son guerreros llenos de tenacidad, valor y un fuerte deseo de ser limpios. Son más las batallas que ganan que las que pierden a medida que avanzan hacia la recuperación.
Es probable que a algunas personas les cueste comprender por qué, si una persona es fuerte, le cuesta tanto vencer una adicción. Las adicciones a menudo se malinterpretan y hay quienes creen que si una persona simplemente decide recuperarse, o se esfuerza más por abandonar un mal hábito, lo logrará. Sin embargo, es tal la naturaleza de las adicciones —y en realidad la de todos los pecados— que no podemos sanarnos nosotros mismos. Los hijos de Israel no podían sanarse ellos mismos de las mordeduras de las serpientes ardientes, y nosotros tampoco podemos hacerlo simplemente por el deseo o el esfuerzo de vencer una adicción. Debemos buscar la esperanza de ser sanados en Cristo.
Mantener la esperanza
Pero, ¿por qué algunos optan por no mirar y vivir? En Alma 33:20 leemos que “fueron pocos los que comprendieron el significado de esas cosas, y esto a causa de la dureza de sus corazones” y “la razón por la que no quisieron mirar fue que no creyeron que los sanaría”. Algunos de los hijos de Israel perdieron toda esperanza de recuperarse.
Consideremos lo que enfrentan los que son adictos a la pornografía. La adicción conlleva pesadas cargas de secretos y de dolor. Por lo general, no lleva mucho tiempo para que las personas sientan el deseo de dejar el hábito. Se dicen a sí mismos “ya nunca más”, pero vuelven a caer una y otra vez. El sucumbir de esa manera llega a producir una “dureza de corazón”, que consiste en negarse a creer que algo los pueda ayudar.
Otras personas quizás endurezcan el corazón y se empiecen a sentir frustradas cuando, a pesar de haber hecho todo lo posible, no parece que el Salvador las esté sanando. Han pedido consejo a sus líderes del sacerdocio, han ayunado y orado con verdadera intención, han asistido al templo, han recibido bendiciones del sacerdocio y han experimentado sentimientos y consuelo procedentes del Espíritu Santo; y todo ello sin llegar a sentir que el Salvador las ha sanado.
En Predicad Mi Evangelio se aborda esta cuestión relativa a las conductas adictivas: “El arrepentimiento tal vez implique un proceso emocional y físico. …Por lo tanto, el arrepentimiento y la recuperación pueden tomar tiempo. …Aunque una persona pueda tener cierto éxito inicial, es posible que sea necesaria una curación emocional mayor a fin de arrepentirse y recuperarse totalmente”3.
Se necesita fe, esperanza y tiempo para sanar de los patrones de autoengaño, aislamiento y secretismo que casi siempre van de la mano de la adicción. Podemos aceptar el consejo de Nefi de “seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza” (2 Nefi 31:20) en que Él nos puede sanar y en que nos está sanando. No debemos darnos por vencidos ni decidir que, porque hayan regresado las tentaciones y los deseos, no hay esperanza en Cristo. A quienes no miran porque no sienten esperanza, les digo que hay esperanza en Cristo. Él es la esperanza de la recuperación.
Buscar asesoramiento y ayuda profesionales
Asimismo, podemos hacer mucho para ejercer nuestra fe y el poder de Cristo. El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce, enseñó: “Los Santos de los Últimos Días creen en la aplicación del mejor conocimiento y de las técnicas científicas disponibles. …Conseguimos la ayuda de profesionales que sanan, tales como médicos y cirujanos, para restaurar la salud”4. Deberíamos hacer todo lo posible por mejorar nuestra situación, aprender acerca de la adicción y buscar apoyo en nuestros familiares y amigos. SobreponerseALaPornografía.org ofrece recursos y sugerencias para las personas, las familias y los líderes de la Iglesia. También puede ser útil un folleto producido por la Iglesia llamado “Deja que la virtud engalane tus pensamientos” (se puede solicitar a los líderes del sacerdocio o en store.lds.org).
El asesoramiento de profesionales también podría resultar apropiado. El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce, sugirió a los líderes del sacerdocio que “de ser necesario, pueden derivarlos [a las personas con adicciones] a un consejero capacitado y autorizado y a los Servicios para la familia SUD”5. No es mi intención dar a entender que todas las personas necesitan acudir a un consejero. El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce, nos ha advertido que con demasiada frecuencia acudimos a un consejero cuando deberíamos acudir al Señor6. Pero en algunos casos puede resultar apropiado.
Hay otro recurso, el Programa para la recuperación de adicciones, disponible a través de los Servicios para la familia SUD, que es un recurso gratuito y confidencial para las personas que están teniendo problemas con adicciones, así como para sus familiares. Los participantes en el programa aprenden a aplicar los principios del Evangelio como ayuda para experimentar no sólo el arrepentimiento, sino también la recuperación por medio de la expiación de Jesucristo.
Un último comentario para los familiares y seres queridos de los que luchan contra adicciones. Con frecuencia parece que la ayuda y la asistencia se proporciona oportunamente a la persona que padece la adicción mientras que usted se queda con una sensación de abandono. El Salvador le ofrece a usted la misma sanación y esperanza que a su ser querido. Usted también puede recibir sostén en sus tribulaciones mediante la expiación de Jesucristo (véase Alma 36:3). La expiación de Jesucristo se extiende a todos nosotros.
Sé que si “[miramos] y [empezamos] a creer en el Hijo de Dios”, Él nos sanará (Alma 33:22). Él es el Hijo de Dios y Su nombre es el único medio por el cual podemos regresar a la presencia de nuestro Padre (véase Mosíah 3:17).
Alma finaliza su sermón sobre la serpiente de bronce con su testimonio de que Cristo “vendrá para redimir a los de su pueblo, y que padecerá y morirá para expiar los pecados de ellos” (Alma 33:22). Añado mi testimonio personal de que Cristo ha venido y que Dios ha concedido que “sean ligeras [nuestras] cargas mediante el gozo” y la sanación de Su expiación eterna (Alma 33:23).
Las soluciones se encuentran en Cristo

“Las soluciones a los problemas de la vida siempre provienen del Evangelio, tanto así que no sólo las respuestas se encuentran en Cristo, sino también el poder, el don, el otorgamiento, el milagro de dar y de recibir dichas respuestas”.
Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, “¿Cómo te amo?”, en Brigham Young University 1999–2000 Speeches (2000), 15 de febrero de 2000.
Puntos clave
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La fe, la esperanza y el tiempo son necesarios para sanar de los patrones que acompañan a las adicciones.
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La recuperación se logra al centrarse en el Salvador y no en la adicción.
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Quienes experimentan problemas con la adicción pueden obtener ayuda y apoyo por medio de los líderes de la Iglesia, consejeros profesionales, familiares y amigos. Hay otros recursos disponibles, como el Programa para la recuperación de adicciones, disponible a través de Servicios para la familia SUD y en el sitio web de la Iglesia SobreponerseALaPornografía.org.
Notas
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Thomas S. Monson, “La pornografía: Ese propagador mortal”, Liahona, noviembre de 2001, pág. 2.
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Gordon B. Hinckley, “Que no os engañen”, Liahona, enero de 1984, pág. 80; “El consejo y la oración de un profeta en beneficio de la juventud”, Liahona, abril de 2001, pág. 30.
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Predicad mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2004, pág. 203.
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Dallin H. Oaks, “Sanar a los enfermos”, Liahona, mayo de 2010, pág. 47.
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M. Russell Ballard, “¡Oh ese sutil plan del maligno!”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 108.
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Boyd K. Packer, “Resolvamos los problemas emocionales a la manera del Señor”, Liahona, enero de 2010, págs. 36–37.