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Personas Cónyuges y familias Líderes de la Iglesia Fuentes de consulta

La esperanza, el proceso de sanamiento y la lucha contra la adicción

Una familia africana que camina al aire libre.

Por el Dr. Michael D. Gardner

Servicios para la familia SUD

En mi trabajo como terapeuta, rara vez pasa un día en el que no escucho a alguien que se pregunta cómo puede ayudar a su cónyuge a superar una adicción. Mi respuesta suele sorprender a estas personas. En primer lugar, afirmo que no es su responsabilidad “arreglar” el problema de su cónyuge y que puede que la adicción no sea culpa de ellos en absoluto. Entonces explico que, si bien hay muchas cosas que pueden hacer para ayudar a su cónyuge a superar una adicción, no pueden controlar la situación para su cónyuge.

Al mismo tiempo, recalco que no deben ser pasivos en esta situación. Uno puede hacer mucho para apoyar a su cónyuge con el fin de que supere una adicción y al mismo tiempo sanar uno mismo.

Cómo entender el problema

Las personas que participan en un comportamiento adictivo suelen vivir en un mundo de negación. Quizá se digan a sí mismos: “No es tan malo”, “no hago daño a nadie más que a mí mismo” o “puedo dejarlo en cuanto quiera”. De manera similar, los esposos y las esposas suelen caer en la negación tras descubrir el comportamiento de su cónyuge. Quizá les resulte difícil aceptar que su cónyuge podría participar en una actividad en concreto, o pueden preferir creer que fue solamente un incidente aislado. Aunque quizás haya sido un incidente aislado, con más frecuencia la adicción es un problema mayor de lo que sospechaba inicialmente el cónyuge.

La aceptación del alcance total del problema es necesaria para comenzar a sanar. Aconsejo a las personas que animen con serenidad, afecto y apoyo a su cónyuge a revelar hasta qué punto llega su comportamiento adictivo, más bien que dejar que la información llegue gota a gota con el paso del tiempo. Quizás no hagan falta detalles específicos; en cambio, lo más importante es revelar el tipo de comportamiento adictivo, su duración y su frecuencia.

Tras enterarse de la adicción de su cónyuge, uno puede sufrir una amplia serie de emociones: ira, vergüenza, miedo, disgusto, humillación y sentirse traicionado. Esos sentimientos son normales, pero la manera en que la persona trate esos sentimientos puede establecer una gran diferencia en el resultado de la situación.

Es habitual que las personas afectadas por una crisis piensen de manera errónea. Deben cuidarse de no sacar conclusiones precipitadas, llegar al “catastrofismo”, generalizar en exceso o quedar atascados en un pensamiento de “todo o nada”.1

Conviene evitar hablar de cuestiones difíciles cuando el temperamento y las emociones están en su punto álgido. Los ataques físicos, emocionales o verbales solamente agravarán una situación dolorosa. Un obispo y un terapeuta certificado pueden prestar una ayuda útil cuando una pareja comienza a hablar del daño que ha causado el comportamiento adictivo.

Control

Es difícil ver a alguien a quien uno ama y por quien se preocupa tomar decisiones que sabe que le harán daño a él y a los demás. Como resultado de ello, uno puede tratar de controlar los problemas de adicción de su cónyuge al vigilar, supervisar y procurar evitar la recurrencia del comportamiento de otras maneras. Estos esfuerzos no suelen ser eficaces y pueden conducir a más frustración y a sentimientos de desesperación. No podemos controlar el comportamiento de otra persona; solamente el transgresor puede cambiar de manera duradera.

Mi consejo a los cónyuges es que centren su atención y esfuerzo en lo que pueden cambiar, no en lo que no pueden. Pueden esforzarse por mejorar su propia vida. Los cambios personales pueden o no surtir un efecto en la adicción del cónyuge, pero la meta principal del cónyuge que no es adicto no debe ser el corregir la adicción de su cónyuge; esto es responsabilidad del cónyuge adicto.

Una advertencia relevante en esta cuestión es que conviene mantener el equilibrio en la vida. El hecho de leer las Escrituras, orar y asistir al templo puede ayudar a cultivar la fortaleza espiritual y aportar paz durante estos momentos de tribulaciones. No obstante, algunas personas dedican tanto tiempo y energía a estas actividades que desatienden otros aspectos de su vida. Quizá crean que cuanto más tiempo dediquen a actividades religiosas, más probable será que el Señor ablande el corazón de su cónyuge. Sin embargo, todas las cosas, incluso las espirituales, deben hacerse “con prudencia y orden” (Mosíah 4:27). Recuerde que depende de la persona adicta el dar los pasos que la conducirán a superar la adicción.

Si los cónyuges mantienen en mente la siguiente lista, quizás consigan evitar algunos errores comunes.

Factores que los cónyuges no pueden controlarFactores que los cónyuges pueden controlar
El comportamiento de su parejaSu respuesta al comportamiento de su pareja
El deseo de cambiar de su parejaSu capacidad de cuidarse a sí mismos
El proceso de arrepentimiento de su parejaSu disposición a perdonar

 

Su propio progreso espiritual

La confianza

Los cónyuges suelen tener dificultades para perdonar a su pareja por sus comportamientos adictivos. A veces dan por sentado de manera errada que el conceder el perdón también significa restablecer la confianza. No obstante, la confianza y el perdón son dos cuestiones separadas. Una persona puede arrepentirse y ser perdonada mucho antes de ganarse de nuevo la confianza.

Los cónyuges deben recordar que, al igual que el problema quizás se haya ido formando durante años, también llevará tiempo resolverlo. Aconsejo a los cónyuges que tengan en mente que el ser pacientes y comprensivos no significa excusar, aceptar o tolerar el comportamiento de su pareja. Resulta crucial que establezcan límites claros y sanos y que la persona adicta sepa qué tipo de comportamiento no se tolerará.

Efectos de la adicción en los demás

Cuando un cónyuge se entera de que su pareja ha caído en una adicción (especialmente si la adicción gira en torno a la pornografía), es probable que su sentimiento de valor personal quede mermado. Quizás se sienta responsable o culpable, y puede sentir una profunda vergüenza. Quizás cuestione su capacidad de satisfacer las necesidades de su pareja, y quizás piense que no tiene atractivo si su pareja está enredada en la pornografía. Puede que se pregunte: “¿Qué tengo de malo?”.

Si usted se encuentra en esta situación, recuerde que los pecados de una persona siempre tienen un efecto negativo en los demás, pero que no fue usted quien cometió el pecado. El pecado de su pareja no tiene necesariamente que ver con usted; tiene que ver con la incapacidad de su pareja de controlar sus emociones o de utilizar las habilidades adecuadas para hacer frente al problema. Aunque la adicción le cause un daño profundo y le parezca un ataque personal, lo cierto es que no lo es. Como cónyuge, quizás tenga un pequeño papel que desempeñar en la situación en general, pero no fue usted quien hizo que la persona cayera en la adicción. Ésta fue el resultado de las decisiones que tomó su cónyuge.

Los hijos suelen ser especialmente vulnerables cuando sus padres sufren una adicción, pero sus necesidades suelen pasarse por alto. El cónyuge no adicto quizás deba a veces dejar de lado su propio dolor para velar por las necesidades de sus hijos en estas situaciones. Los hijos necesitan amor, serenidad y un sentimiento de seguridad. Deben saber que aunque los padres se encuentren en una situación tensa, las cosas saldrán adelante. Los padres quizás deseen asegurarse de que sus hijos obtengan consejos o apoyo de su obispo y quizás también de un terapeuta certificado.

Si el padre o la madre que sufre la adicción se muestra violento o abusivo, su cónyuge deberá obtener ayuda de inmediato. Es importante no permanecer en silencio. Cuando se produce un abuso físico, el cónyuge o los hijos deben llamar de inmediato a la policía y después al obispo. Durante una crisis, se puede recurrir a familiares, amigos y refugios para mujeres e hijos.

El Señor les ayudará

Estas sugerencias no son completas. Los obispos pueden darle consejos inspirados al hacer frente a la adicción de su cónyuge. Los terapeutas certificados con experiencia en el tratamiento de adicciones pueden dar sugerencias específicas para su situación.

El Evangelio nos asegura que es posible cambiar, pero la esperanza es un requisito previo. Si bien los cónyuges no pueden controlar el comportamiento de su pareja, pueden albergar la esperanza de que su pareja sea sanada. Lo que es más importante, pueden tomar la decisión de poner su máxima esperanza en el Señor, sabiendo que independientemente de las decisiones de su pareja, el Señor les ayudará a llevar sus cargas mediante el poder de Su Expiación. Así lo declara en 3 Nefi 9:14: “He aquí, mi brazo de misericordia se extiende hacia vosotros; y a cualquiera que venga, yo lo recibiré; y benditos son los que vienen a mí”.

El Señor puede inspirarles y guiarles para saber qué caminos deben emprender, y puede transmitir su amor a ambos cónyuges. Él es el Maestro Sanador y puede cambiar el corazón de todos los que son suficientemente humildes y están dispuestos a seguirlo. Las palabras de Alma al dirigirse al pueblo de Zarahemla son relevantes en esta cuestión:

“¿Habéis retenido suficientemente en la memoria el cautiverio de vuestros padres? Sí, ¿y habéis retenido suficientemente en la memoria la misericordia y longanimidad de Dios para con ellos? Y además, ¿habéis retenido suficientemente en la memoria que él ha rescatado sus almas del infierno?

“He aquí, él cambió sus corazones; sí, los despertó de un profundo sueño, y despertaron en cuanto a Dios” (Alma 5:6–7).

La Iglesia cuenta con un Programa para la recuperación de adicciones (PRA) patrocinado por los Servicios para la Familia SUD, destinado a ayudar a los miembros de la Iglesia que deseen recuperarse de la adicción y ayudar también a sus familiares y amigos. Si desea más información, visite www.ldsfamilyservices.org o póngase en contacto con la oficina de Servicios para la Familia SUD más cercana. El manual Programa para la recuperación de adicciones: Guía para la recuperación y curación de adicciones (36764) está disponible en los centros de distribución de la Iglesia y en www.store.lds.org.

Un gran poder espiritual de redención

Con respecto a la persona adicta, el presidente Boyd K. Packer declaró:

“Lo que sufrirán al combatir o abandonar un estilo de vida de adicción o perversión no es ni una centésima parte de los que sufrirán sus padres, su cónyuge o sus hijos si ustedes se dan por vencidos. Ellos sufren porque les aman y su sufrimiento es inocente. El seguir combatiendo o el abandonar tal estilo de vida es un verdadero acto desinteresado, un sacrificio que uno coloca en el altar de la obediencia y que proporcionará enormes recompensas espirituales.

“¿Recuerdan ese albedrío, esa libertad de escoger que ustedes reclamaron al abandonar sus convenios? A ese mismo albedrío podrán recurrir ahora para ejercer un gran poder espiritual de redención”.

Véase “Convenios”, Liahona, enero de 1991, pág. 99.

*Este artículo se publicó inicialmente en inglés en el número de julio de 2008 de Ensign, páginas 50–53.

Notas

  1. Para obtener más información sobre los pensamientos errados, es útil consultar el libro Feeling Good: The New Mood Therapy, por el Dr. David D. Burns, publicado en el año 1980.

 

 

“Una advertencia relevante en esta cuestión es que conviene mantener el equilibrio en la vida. El hecho de leer las Escrituras, orar y asistir al templo puede ayudar a cultivar la fortaleza espiritual y aportar paz durante estos momentos de tribulaciones”.

– Dr. Michael D. Gardner

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